Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores».
Comentario del Evangelio
Hoy otra persona le roba el corazón a Jesús: ¡es una viuda desconsolada! Había perdido a su marido y ahora a su único hijo.
—Ante esas situaciones de dolor a Dios se le “escapa” la bondad y su omnipotencia. Pasados los siglos, Él no ha cambiado. ¿Cuándo cambiaremos nosotros? ¡Porque dolores no faltan!