«Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena...».
Comentario del Evangelio
Hoy escuchamos una parábola muy importante: la del sembrador. Ahí aparece cuál es la tarea del cristiano para santificarse: ser una buena tierra, preparada para acoger la semilla divina. La santidad la da Dios, no la fabricamos nosotros.
—Pero Dios cuenta con nuestra libertad. ¡Eduquemos, pues, la libertad! Porque algunos andan “ahogados” por la vida. ¿Qué hay en mi corazón? ¿Piedras? ¿Abrojos? ¿Tierra labrada?