Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores (...). Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado».
Comentario del Evangelio
Hoy Jesucristo actúa con una contundencia excepcional. ¡Es el Templo! ¡Es la Casa de su Padre! Jesús es paciente, es misericordioso, es manso, pero… ahí no se permiten ligerezas.
—Nuestras iglesias son la “casa de Jesús”. Respeto, silencio, recogimiento. ¡Es su Casa! ¡Nos espera!