Una mujer cananea (...) gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada» (...). Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos».
Comentario del Evangelio
Hoy, el Maestro nos enseña que es muy importante insistir en nuestra oración. Como aquella mujer cananea: parece que Jesús no le hace caso, pero ella insiste con humildad. Quizá, alguna vez, pienses que ante Dios eres como un “perrito”: ¡no te rindas!; ¡reza!; ¡pide!
—A los discípulos les pareció que la cananea era una pesada y querían sacársela de encima. ¡A Jesús, en cambio, le robó el corazón!