Al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: «Mirarán al que traspasaron».
Comentario del Evangelio
Hoy, pasmados, contemplamos el “Corazón reventado” de Cristo. ¡Ya estaba muerto!; ¿era necesario este último acto violento? Jesús ha querido permanecer con el “corazón abierto” para que, entrando en él, tengamos acceso al amor del Padre y del Espíritu Santo. Así es Dios: Amor Infinito abierto.
—Aquella lanzada no pudo dolerle a Cristo, pues ya había entregado su vida. Le dolió a la Virgen María. ¿Y a ti?