«David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?».
Comentario del Evangelio
Hoy Jesús está recordando unas palabras proféticas que había pronunciado el Rey David 1.000 años antes. La escena es muy solemne: Jesucristo se aplica a sí mismo el título de “Hijo de David”. Los judíos sabían que el Salvador sería un descendiente de David. Pero en Jesús hay mucho más: Él es, sobre todo, el Hijo de Dios, el que está eternamente con el Padre.
—Es cierto que san José y la Virgen María descendían de David. Pero María es “la Virgen” porque quien engendró a Jesús en sus entrañas fue el Espíritu Santo. Y, porque viene del Padre, Jesús es el “verdadero David” que puede guiarnos al cielo. ¡Así son los caminos de Dios!