«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más».
Comentario del Evangelio
Hoy, el Maestro nos dice a todos —no solamente a los Apóstoles— que somos la sal de la tierra. La sal de las rocas tiene mucha arena (1); por esto se guarda en saquitos (2), que se meten en la olla (3). Si no dan gusto, no sirven para nada (4): son echados fuera (5) y son pisados por la gente (6). Los hijos de Dios debemos transmitir el “sabor” de la felicidad de esta vida y la “luz” del camino que conduce a la alegría eterna.
—¿Cómo hacer eso? Ofreciendo amistad, siendo amables, sonriendo siempre, ayudando a los demás, prestando las cosas… —Señor, haz que los cristianos seamos siempre buena sal, que dé gusto y preserve de la corrupción.