Jesús dijo a sus discípulos: «Prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo».
Comentario del Evangelio
Hoy celebramos a santa Isabel de Hungría (1207-1231), también llamada Isabel de Turingia. Según las costumbres de aquel tiempo, su padre había decidido que Isabel se convirtiera en princesa de Turingia. Isabel dejó su patria con una rica dote y un gran séquito.
En la fortaleza de Wartburg (Turingia, Alemania) se celebró el compromiso entre Luis de Turingia e Isabel. Pese a que el noviazgo se había decidido por motivos políticos, entre los dos jóvenes nació un amor sincero, animado por la fe y el deseo de hacer la voluntad de Dios. Su matrimonio fue profundamente feliz: tuvieron tres hijos; Isabel ayudaba a su esposo a elevar sus cualidades humanas a nivel sobrenatural, y él, en cambio, protegía a su mujer en su generosidad hacia los pobres y en sus prácticas religiosas. Pero Luis cayó enfermo y murió (1227).
—Isabel pasó los últimos tres años de su vida en el hospital que ella misma había fundado, sirviendo a los enfermos, velando por los moribundos. Siempre trataba de realizar los servicios más humildes.