Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto».
Comentario del Evangelio
Hoy celebramos la santidad de un fiel laico que —nunca mejor dicho— fue fiel a su bautismo cumpliendo lealmente sus deberes como gobernante. Wenceslao I (907-935), de Bohemia (lo que hoy son Eslovaquia y Chequia), nieto de la reina Ludmila (también santa), fue elegido para suceder a su padre Bratislao. La “Leyenda primera paleoslava” cuenta que Wenceslao «auxiliaba a todos los pobres, vestía a los desnudos, alimentaba a los hambrientos, acogía a los peregrinos, conforme a las enseñanzas evangélicas».
Wenceslao fue asesinado por la envidia de su hermano Boleslao. Wenceslao cayó en tierra —a las puertas de la iglesia de Boleslavia— diciendo: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu» (cf. Lc 23,46).
—El grano de trigo «si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Así, poco tiempo después, Boleslao se arrepintió de lo hecho e hizo llevar los restos de su hermano al interior de la catedral de San Vito, en Praga. Actualmente, san Wenceslao es el santo patrón de la República Checa.