En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará».
Comentario del Evangelio
Hoy es la fiesta de dos mujeres del siglo II —muy jóvenes y madres recientes— que se entregaron al martirio (Cartago, año 203), durante la persecución de Septimio Severo. Por amor a Cristo murieron como hermanas, a pesar de que desde el punto de vista social Felicidad era esclava de Perpetua. Las dos juntas —sosteniéndose una con la otra— sufrieron lo mismo y de la misma manera.
—Ellas se entregaron a la Cruz del Señor en vista a la “felicidad perpetua”, la única que cuenta de verdad.